Como ya es costumbre, el
pasado domingo aquella iglesia mudéjar que mira hacia el río se transformó de
nuevo en una pequeña cajita de música. Dentro de estas VII Jornadas de Música y Patrimonio, la Iglesia de San Sebastián
acogió a pesar del frío invernal a numerosos aficionados que se acercaron a un
concierto que podríamos considerar ya pre-navideño.
Nos acercamos al inicio del
gran siglo XX con la íntima sonata nº4 de Alexander Scriabin, que
en su “prestissimo volando” provocó que nos faltara el aliento. Las
sorprendentes Metamorfosis según Ovidio
de 1951, con su estilo rompedor que juega con sonidos repetidos y silencios
cierra este camino de estilos de lo más diversos y coloridos por donde nos
llevaron los jóvenes músicos.
Fueron todas estas joyas
musicales junto con las originales explicaciones de Virginia Serrano las que conjugaron
la primera parte de nuestro divertimento del domingo.
En la segunda parte del
concierto el grupo de cámara, ya en conjunto, interpretó el “Trío Patético” del
compositor ruso Mikhail Glinka. Este trío, cuya bienvenida del
público en su estreno de 1833 fue la exclamación “Ma questo e disperazione!” (¡Pero
esto es desesperación!) no provocó tal azoramiento en nuestra sala, sino
grandes aplausos. Entre los grandes contrastes entre movimientos de esta pieza,
pudimos disfrutar de cada nota aguda del oboe, cada corchea del piano y cada
trino del fagot.
Con esto acabó el brillante programa elegido
para la mañana.
Y, finalizando el concierto
de la forma más hogareña posible en estas fechas, sonó “Noche de paz” como bis;
que parecía decirnos a un tiempo “adiós”, “gracias” y “volved pronto por aquí”.
Irene
Palencia Mora