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jueves, 20 de diciembre de 2018

Matrioshka, cronica



Como ya es costumbre, el pasado domingo aquella iglesia mudéjar que mira hacia el río se transformó de nuevo en una pequeña cajita de música. Dentro de estas VII Jornadas de Música y Patrimonio, la Iglesia de San Sebastián acogió a pesar del frío invernal a numerosos aficionados que se acercaron a un concierto que podríamos considerar ya pre-navideño.

El trío MaTRIOshka, formado por Juan Serra (piano), Cecilia Sena (oboe) y Jesús de la Rosa (fagot) comenzó el concierto con un repertorio solista con el que pudimos dar un pequeño paseo por la historia de la música. Desde los comienzos de la tonalidad barroca en las fantasías de Telemann o las suites de Bach, comenzamos a danzar hasta un Clasicismo que Beethoven ya iba conduciendo por sendas románticas con su sonata para piano nº16.
Nos acercamos al inicio del gran siglo XX con la íntima sonata nº4 de Alexander Scriabin, que en su “prestissimo volando” provocó que nos faltara el aliento. Las sorprendentes Metamorfosis según Ovidio de 1951, con su estilo rompedor que juega con sonidos repetidos y silencios cierra este camino de estilos de lo más diversos y coloridos por donde nos llevaron los jóvenes músicos.
Fueron todas estas joyas musicales junto con las originales explicaciones de Virginia Serrano las que conjugaron la primera parte de nuestro divertimento del domingo.


En la segunda parte del concierto el grupo de cámara, ya en conjunto, interpretó el “Trío Patético” del compositor ruso Mikhail Glinka. Este trío, cuya bienvenida del público en su estreno de 1833 fue la exclamación “Ma questo e disperazione!” (¡Pero esto es desesperación!) no provocó tal azoramiento en nuestra sala, sino grandes aplausos. Entre los grandes contrastes entre movimientos de esta pieza, pudimos disfrutar de cada nota aguda del oboe, cada corchea del piano y cada trino del fagot.
 Con esto acabó el brillante programa elegido para la mañana.
 
Y, finalizando el concierto de la forma más hogareña posible en estas fechas, sonó “Noche de paz” como bis; que parecía decirnos a un tiempo “adiós”, “gracias” y “volved pronto por aquí”.
Irene Palencia Mora



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