Afortunados
fuimos aquellos que pudimos disfrutar del fantástico concierto el pasado
domingo 19 de Noviembre. No sería capaz de poner ningún pero a cualquiera de
los elementos que se conjugaron en la Iglesia de San Sebastián, y es que no
suele ser casualidad cuando se combinan grandes profesionales, un atractivo
programa, una organización preocupada y un publico que responde a la convocatoría llenando el aforo de la sala. El resultado de la ecuación se resume
en éxito.
Los
grandes protagonistas fueron la pareja Mario Molina y Nanako Uchi (Molina &
Uchi Piano Dúo), dos pianistas que juntos no suman, sino multiplican sus cualidades
tanto técnicas como poéticas. El virtuosismo del que hicieron gala no fue un
virtuosismo vacío, sino todo lo contrario, lleno de significado, profundidad y
entendimiento de las obras, que hicieron las delicias de un público entregado a
estos dos artistas.
El
concierto comenzó, como suele ser habitual en este ciclo de música de cámara,
con las notas al programa a cargo de Virginia Serrano que nos hicieron viajar en
el tiempo y transportarnos en primer lugar al universo del americano Samuel
Barber y su obra “Souvenirs” opus 28. A veces hay obras que no podían tener
mejor título, y es que las tres danzas interpretadas por el dúo fueron un auténtico regalo que abrieron el concierto a ritmo de
vals.
En este programa, con la danza como hilo conductor, no pudieron faltar las grandiosas danzas nº 1 y 2 de La Vida breve compuestas por uno de los gaditanos más universales, Manuel de Falla. Estas conocidísimas páginas del nacionalismo musical español que normalmente son interpretadas en los timbres de la guitarra o del piano solo, encontraron en la transcripción de cuatro manos una versión llena de contrastes, repleta de lirismo y esas melodías andaluzas expresadas con tal sentimiento que cualquiera de los presentes se convenció de que la pianista Nanako Uchi venía del propio Albaicín y no del Yokohama (algo menos gitano...)
La
guinda de esta primera parte la puso la enérgica interpretación de Tres
movimientos de Petrushka de Igor Stravinsky. Esta exigente obra hizo que los dos
pianistas exprimieran al máximo sus cualidades técnicas y sacaran del piano los
sonidos más percutidos y estridentes de la mañana, no por ello faltos de
control.
Tras un breve descanso, la segunda parte comenzó con, a mi parecer, el plato fuerte del concierto: La Valse de Maurice Ravel. La interpretación de esta genial obra no dejó indiferente a ninguno de los presentes, ya fuera por la maestría con la que Mario Molina (en el papel de secondo) daba consistencia, tanto rítmica como armónica a esta compleja pieza; o por la manera en la que Nanako Uchi (en el papel de primo) era capaz de llevar al clímax todas esas frases que crecían hasta más no poder. Estos dos grandes pianistas rindieron un gran tributo y no defraudaron a las expectativas que esta obra siempre crea. Como no podía ser de otra forma, su espectacular final hizo que gran parte de la audiencia compartiera su emoción con unos efusivos “bravos”.
Ocho
movimientos de danza, sacados de la Suite El Cascanueces de Tchaikovsky
cerraron esta fantástica velada, aunque el verdadero broche final lo pusieron
un improvisado cumpleaños feliz en honor a Mario Molina y la transcripción para
cuatro manos de la obertura de la ópera Ruslán y Liudmila del compositor ruso
Glinka, a modo de propina ante los incesantes aplausos de un público
agradecido.
No
sería justo terminar esta reseña sin agradecer la enorme labor que realiza la
asociación MOMENTUM-TOLEDO y en especial a José Antonio Saldaña. Sin
ellos, un domingo como el pasado no habría sido un día tan especial.
¡Viva la música y viva Toledo!
Carlos
Baños Gutiérrez – www.carlospiano.com
Profesor
de piano conservatorio de música Jacinto Guerrero de Toledo
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